En un comunicado hecho público el 23 de febrero, la empresa afirmaba que la producción podría ampliarse hasta 2027 si el tipo era seleccionado y adquirido por un cliente de exportación. Boeing afirmó que la decisión le permitirá "reorientar los recursos hacia futuros programas de aviones militares" y "aumentar la producción de [productos] de defensa", incluidos el T-7A Red Hawk, el F-15EX Eagle II y el MQ-25A Stingray, además de los componentes del ala del 777X.

A pesar de los planes para poner fin a la producción de aviones nuevos, Boeing confirmó que seguirá desarrollando capacidades avanzadas y paquetes de actualización para las flotas mundiales de F/A-18E/F y EA-18G Growler. A lo largo de la próxima década, se espera que todos los Super Hornets del Bloque II -que actualmente se encuentran en el proceso de modificación de la vida útil- reciban el paquete de capacidades del Bloque III. La empresa también seguirá añadiendo nuevas capacidades de ataque electrónico al Growler como parte de los trabajos de modificación que se están llevando a cabo en este tipo de aviones.

Steve Nordlund, vicepresidente de Boeing Air Dominance y responsable de las instalaciones de la empresa en San Luis, declaró: "Estamos planificando nuestro futuro, y la construcción de aviones de combate está en nuestro ADN. A medida que invertimos y desarrollamos la próxima era de capacidades, estamos aplicando la misma innovación y experiencia que hicieron del F/A-18 un caballo de batalla para la Marina estadounidense y las fuerzas aéreas de todo el mundo durante casi 40 años".

Desde que el F/A-18 hizo su debut operativo en 1983, McDonnell Douglas y ahora Boeing -después de que la segunda adquiriera a la primera en 1997- han entregado más de 2.000 Hornets, Super Hornets y Growlers heredados a clientes de todo el mundo, incluidos Australia, Canadá, Finlandia, Kuwait, Malasia, España, Suiza y EE.UU..